jueves, 17 de noviembre de 2011

EL MISMO SILENCIO

Por: Andrés Collazos

Anoche la vi por última vez, recuerdo exactamente su risa y su callar; como recordaría cualquier amanecer cuando el sol se coloca en frente de mi ventana, diáfano y silencioso, era el mismo silencio, era igual, era irremediablemente igual, o por lo menos similar al silencio mañanero en el jardín, cuando pide estar sola para intimidar con las flores, azucenas, amapolas, jazmines y girasoles, las cuales analiza desde el tallo hasta sus hojas, sí!!!!, ahora lo recuerdo más que nunca, claro!!! Es el mismo silencio, no he conocido en ella un silencio semejante, o por lo menos parecido al que emplea para hablar con ellas con el tacto de sus frágiles manos blancas, delicadas.

Cómo podría olvidarlo!!Sería olvidar una verdad que se transforma con el pasar de los días; sea para bien o sea para mal, eso no lo sé, podría suponer, claro, como he supuesto por un gran tiempo, pues su silencio no me da otra alternativa más que suponer a mi favor, pero realmente no sé la verdad, su callar se ahoga cada vez más, mientras ahoga a paso lento mis ganas, mis bellas intenciones y mis anhelos, que a veces parecen asfixiarse, aunque se niegan a morir, pues se incorporan y salen a flote, hay algo en ellas que va en contra de todo anhelo o deseo de una expiración final, una que dejaría al margen todo para comenzar de cero, no sé, es como cuando el fuego se aviva nuevamente cuando la llama es pequeña, cuando eso pasa siempre llega algo, me refiero a cuando la llama mengua, no sé qué es, no sé definirlo, podría compararlo tal vez con una brisa que aviva la llama, algo así, algo por el estilo, es algo realmente extraño que impide una muerte declarada, una que le daría punto final a todo.

Qué hago aquí? siento que lo único  que le importa son sus flores, pues a mí puerta pasa pero su mirada está concentrada en ellas. Qué hago aquí? Repito!!! Será acaso ese mi destino; conformarme con verla cada mañana cuando sale a ver sus flores? Las marchitas pero también las florecidas, porque su silencio no parece dar tregua, no veo un deseo definitivo de dejarlo, de declararlo impedido, pues ella sigue allí…callada, entre  azucenas, amapolas, jazmines y girasoles, a las cuales si habla, qué les dirá? me pronunciará entre ellas aunque sea un momento, se acordará acaso de nuestros buenos veranos, comprenderá quizá que la espero? Se detendrá un momento a pensar que a lo mejor el tiempo podría ser el causante de una muerte que tal vez ni ella ni yo quisiéramos? Pregunto. No hay nada que pueda deducir, pues su silencio prima, su bendito silencio, mientras las sigue mirando, mientras las acaricia con sus dedos alargados. Dime que me valla!!! – pienso- no alargues más la agonía, es sencillo, deja por un momento tus flores y dime que me valla, nos ahorraríamos tiempo, nos ahorraríamos lágrimas.

Suelo mirarla de lejos, desde hace un tiempo eso ha pasado, y se ha vuelto una constante, pues si me acerco va en busca de mariposas y corre detrás de ellas, como una excusa para evitarme, mientras yo rio como un idiota y me auto consuelo, diciéndome a mí mismo: “Tal vez mañana su silencio se rompa y será todo como antes”, pero nunca pasa; su silencio parece tener un cerrojo, un cerrojo fuerte, un cerrojo que solo se abre cuando va en busca de su jardín en las mañanas y en las tardes después que se oculta el sol, permaneciendo sentada; arropando sus rodillas con sus brazos extendidos de lado a lado, inclinando su cabeza y hablando con sus flores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario